La Redacción: Relato de terror, misterio y suspense
Relato: La Redacción
Se acercaba la media noche. Era octubre y las clases habían comenzado hacía ya un mes. El frío empezaba a instalarse más y más en los otoñales días. Tom estaba en su escritorio corrigiendo las tantas redacciones de sus alumnos que tenía pendientes. Simplemente la luz anaranjada de su pequeña lámpara iluminaba la habitación. Soltó el bolígrafo rojo encima de las redacciones y se apoyó en el respaldo de la silla. Resopló debido a la saturación y miró hacia la ventana. La luna estaba en lo alto. Luna llena. Brillante. Algunas nubes cercanas amenazaban con ocultarla, pero era como si realmente no se atrevieran a hacerlo. Las redacciones, de adolescentes que cursaban Bachiller en el instituto, eran por lo general aburridas. El tema propuesto por Tom en su clase de Lengua y Literatura fue el clásico "Dónde te ves en el futuro". Había todo tipo de ambiciones en aquellos trabajos. La última redacción que había corregido era de un alumno suyo que quería ser médico para luego fundar una ONG de ayudas por los países del tercer mundo. Tom no podía evitar pensar en cuántos de aquellos escritos se harían realidad para el autor; cuántos sueños se verían frustrados o abandonados. Tom nunca se planteó ser profesor cuando iba al instituto. Su redacción sobre "Dónde te ves en el futuro" trataba de un joven que soñaba con ser escritor. La comodidad del buen sueldo de profesor le hicieron olvidar aquel deseo. Hizo un intento de volver a la concentración del trabajo que le ocupaba y volvió a inclinarse hacia adelante en la silla. Pasó a la siguiente redacción poniendo la anterior en un montón diferente con el resto de las ya corregidas (y todas aprobadas). El siguiente nombre del alumno le sorprendió cuando lo leyó. Emilio Del Valle. A Tom le sorprendió porque era la primera vez que participaba en alguna actividad en su clase y no esperaba que lo hiciese en esta. Emilio era un chico asocial que no se relacionaba con nadie. No tenía amigos (o eso era lo que Tom observaba). La redacción despertó la curiosidad de Tom por ver la primera actividad de Emilio y dónde se veía en el futuro. El contenido era el siguiente:
No sé dónde me veo en el futuro porque no sé si lo tengo. No sé dónde me veo en el futuro, pero sí sé lo que haré importante en mi vida. Y será esta noche. Jamás tuve amigos. Jamás tuve afecto por parte de mi familia. No le importo a nadie. Siempre pasé desapercibido para los demás. Pero eso hoy cambiará. Hoy tú tendrás mi atención y mi nombre será recordado. Pasada la media noche, cuando todos duerman, cogeré un cuchillo de la cocina, subiré arriba e iré habitación por habitación degollando a cada miembro de mi familia. Después, tomaré un vaso de agua y me acostaré en mi cama. Al día siguiente, iré al instituto y dejaré la redacción en tu mesa, tal y como siempre pides que entreguemos tus trabajos (aunque este es mi primero). Luego me sentaré en mi pupitre a escuchar con atención tu clase porque... seguramente sea la última que presencie. Entonces... yo te pregunto a ti, profesor. ¿Dónde me ves en el futuro?
Tom se estremeció al leer la redacción. «¿Sería verdad todo esto o se trata de una broma pesada de este chico?». En cualquier caso no podía quedarse de brazos cruzados. Cogió su teléfono móvil y llamó a la policía. Al cabo de pocos segundos respondieron y Tom contó lo sucedido. La policía prometió pasarse por la casa del chico para comprobar que todo estuviese bien. Tom se levantó de la silla y caminó inquieto de un lado para otro de la habitación. Le temblaban las manos. Él no creía que fuese una simple broma. Al cabo de veinte minutos, la policía llamó a su teléfono y Tom respondió. Le comunicaron que en su casa no contestaba nadie, pero que intentarían dar con ellos. Tom se puso más nervioso. De pronto, se le ocurrió una idea. Meterse en la plataforma del profesorado para ver el expediente de Emilio. Encendió su portátil y buscó su ficha dentro de la base de datos. Según su expediente, Emilio tenía una hermana cuatro años más pequeña que él, Elena. Tom era amigo de la profesora de Literatura que enseñaba en esos cursos. Buscó su nombre en la agenda de su móvil y la llamó. Tres tonos después, contestaron al teléfono.
— ¿Pasa algo, Tom? —respondió una voz femenina al otro lado de la línea.
—No, Clara, tranquila —dijo Tom—. ¿Te he despertado?
—Qué va. Estaba viendo una película de suspense.
«No me hables de suspense...». Pensó Tom.
—¿En tu clase está una tal Elena Del Valle?
—Sí, ¿por qué?
—Yo tengo a su hermano en mi clase y quería saber si su hermana había asistido hoy a clase. No me preguntes por qué. Es una estupidez mía.
—De acuerdo. Pues déjame pensar... ehh.. No. Hoy no ha venido a clase. Es la única ausencia que he tenido hoy en la clase. ¿Seguro que todo bien, Tom?
—Sí, Tranquila. Mañana te cuento. Buenas noches
Tom colgó el teléfono y se quedó pensativo.
Volvió a levantarse y a pasear por el estudio. «¿Será simple casualidad o realmente ha cumplido lo que escribió?», se preguntaba sin parar. De pronto, un sonido procedente de la ventana hizo que se quedase totalmente quieto y asustado. Tom observaba aún la ventana cuando otro sonido emanó del cristal. Era como si alguien estuviera tirando chinas contra la ventana. Se acercó a ella y miró a través. Estaba oscuro y las vistas daban a su jardín. La poca luz que había en aquella zona procedía de las farolas de la calle. Acentuó la vista y pudo divisar una silueta en el jardín. «Hay un gracioso tirando chinas a mi ven... un momento... ¿no es Emilio?», se preguntó Tom. Desde luego se lo parecía. Se alejó de la ventana en busca de su chaqueta y bajó hasta la puerta del jardín. Encendió las luces del exterior y salió. Allí no había nadie. Un sonido del movimiento de los arbustos que rodeaban el jardín lo asustó.
—¿Emilio eres tú? —preguntó Tom algo tembloroso—. No tiene gracia.
En ese momento, otro sonido volvió a exaltarle. Era su teléfono móvil. El número era el de la policía.
—¿Sí? —respondió Tom.
—Tranquilo —dijo la voz del policía—. Los hemos encontrado.
—¿Están bien?
—Sí. Estaban cenando en casa de unos amigos.
—¿La niña también?
—Sí, también está bien. Ha debido ser una broma pesada del chico. Mañana cántele las cuarenta en clase. Buenas noches, señor.
—Lo haré. Buenas noches, agente.
Tom colgó el teléfono, miró a su alrededor por última vez y entró de nuevo en su casa. «Mañana hablaré con el chico y luego lo comunicaré a la directora para que reciba la ayuda que necesite», se dijo Tom. Subió las escaleras, se puso el pijama e intentó dormir. Al cabo de media hora lo consiguió.
Al día siguiente, Tom fue a clase como todas las mañanas. Se sentó en su mesa y esperó a que llegaran los alumnos. Poco a poco todos se fueron sentando en sus respectivos pupitres, pero el de Emilio seguía vacío. No llegaba. Iba a comenzar la clase cuando Clara se asomó por la puerta y pidió a Tom que saliese un momento. Tom pensó que ella quería que le explicara lo de anoche. Ambos salieron al ya solitario pasillo, todos estaban en sus clases.
—¿Qué sucede, Clara? —preguntó Tom al ver que Clara no articulaba palabra.
—Es Emilio —por fin se atrevió a decir—. Se ha suicidado.
Tom se quedó mudo durante unos segundos y tuvo que tragar saliva.
—¿En serio? ¿Cuando?
—Creen que sobre medianoche.
—¿Su familia está bien?
—Está destrozada, obviamente.
—Me refiero a que si están... vivos —Tom se dio cuenta de lo estúpido que sonaba eso sin poner a Clara al corriente de todo.
—Claro. He estado con ellos en el tanatorio. Me llamó su madre para decirme que Elena no irían en una temporada a clase y fui.
—Ayer te llamé por una redacción que leí de él. Decía que no tenía amigos y que sus padres no se preocupaban por él... cosas así.
—Pues eso no es cierto. Verás... También estaba allí su psiquiatra y me contó cosas. Además, he visto bastantes veces a sus padres y cómo se comportan con Elena y te puedo asegurar que son muy cercanos y se preocupan mucho. El caso es que la psiquiatra me dijo que sufría de depresiones y de episodios psicóticos. Creó una realidad para culpar a los demás de sus problemas y aislamiento. Él en realidad creía todo eso... solo que no era cierto.
Tom volvió a entrar y suspendió las clases. No podía creerse aún todo aquello y todavía le quedaba una pregunta por responder: ¿Era realmente Emilio el que fue a su jardín o a esa hora ya estaba muerto?
©J. Yuste
Este será el primero de muchos relatos que iré publicando aquí en mi blog. Dejad vuestra opinión en los comentarios y decidme qué os ha parecido. Por último, deciros que si os gustan, pulsando aquí podéis acceder a mis relatos publicados en ebook o en tapa blanda. Un saludo y muchas gracias por vuestra visita.
Siento que Emilio no cumpliera con lo que escribió en la redacción. Pero alguien que no cumple con lo que dice, mejor que esté muerto.
ResponderEliminarFantástico relato, Jyuste. Consigues atrapar al lector con esa redacción que presagia nada bueno y que alerta sobre si la amenaza será real o no. El desenlace nos muestra que la Realidad, con mayúscula, es una suma de realidades individuales la que cada uno percibe y, en el caso de personas psicóticas, les hace concluir como algo natural lo que al resto es un crimen. No esperaba el suicidio, ni un final que nos deja a las puertas de esa duda o esa realidad cercana a lo paranormal. La verdad es que yo presumía que el chaval iría por el profesor, je, je, je... Una lectura muy entretenida. Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias, David! La verdad es que al principio no tenía planeado el suicidio como final. Tenía pensado dejar un final más abierto jeje. Agradezco mucho tu comentario. Saludos!
EliminarMuy buen relato Javier. Una ambientación magnífica que nos mantiene en tensión todo el rato. Me ha recordado a el caso de "mi paisano", por ser de Murcia también, Rabadán, "el asesino de la katana". Seguro que conoces el caso por tus estudios de Criminología. Un saludo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio! Sí, conozco el caso jeje. Un saludo!
EliminarFantástico relato, espero con ansías el siguiente :)
ResponderEliminarMuchas gracias 😊
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